UNA
RESPUESTA SOLIDARIA DE LOS CALEÑOS
AMIGOS DEL MAR.
En la década de los 70 y principios de los 80 las salidas de
buceo, pesca y recreación de los caleños más
aventureros por lo general se
realizaban a los ríos como el Escaleréte, San Cipriano, Sabaletas, Agua Clara, San
Juan entre otros; y en playas de comunidades costeras como: La Bocana, Juanchaco,
Ladrilleros, , El Choncho,
Bahía Solano, Cabo Marzo entre las mas visitadas, lugares estos que nos fueron marcando por su contraste entre sus
cristalinas aguas, lo exuberante de su fauna y flora y la marcada pobreza de
sus gentes, rayando en algunos lugares
con la miseria y el abandono, donde el
conformismo al poder llevar a la
olla de manera relativamente fácil el
plátano, el coco y el pescado y alguna
facilidad de cortar madera y vender oro,
para comprar lo mínimo básico, no forzaba a estos compatriotas en su mayoría de la raza negra a hacer un
esfuerzo mayor del necesario. Por esta buena razón entre aguacero y aguacero el escuchar salsa a todo timbal, tocar marimba, bailar currulao, jugar dominó y tute, beber biche y buscar pelea a
todo volumen cualquier día de la semana
y a cualquiera hora era siempre un buen
programa.
Este
sombrío panorama, sumado a niños pidiendo
una moneda, ausencia de médicos en presencia de todo tipo de
enfermedades, así como falta de organización comunitaria, contrastaba de manera
cruel con nuestras ropas, comidas,
bebidas, y medicamentos llevadas siempre
en exceso en nuestras expediciones.
Todo
este calidoscopio que se quedaba en
nuestra retina llevó en un comienzo a los médicos buzos y pescadores a
compartir su tiempo con los enfermos, a
los ingenieros a trabajar con el maestro
para evitar la caída de su escuela, y al final
del viaje a tener que dejar botiquines, ropas, comida y gasolina,
solidaridad esta que terminó aburriendo a la mayoría de profesionales puesto que su espacio para la recreación se
estaba convirtiendo en trabajo de acción
social.
En nuestras habituales tertulias de tardes caleñas, comunes después de una actividad de conjunto, siempre
nos rondaba el gusanito del sombrío
panorama de estas gentes de la costa pacífica, por lo que un buen día inspirados
en la labor de la Patrulla Aérea, soñamos con la posibilidad de completar el
circulo entre lo aéreo y lo naval, si
bien nuestra actividad recreativa y algún conocimiento de la zona nos ubicaba
con mayor frecuencia en las riberas y costas.
José
Vicente Irurita quien para esas épocas no tenía muy
claro si quería ser bombero, torero o
policía, nos propuso que fuera la Escuela Militar de Aviación el lugar para que
alrededor de una cerveza tomáramos una
decisión en torno a este raro sabor de humanitarismo que nos tenía alborotados,
si bien en la FAC, como la
llamábamos, teníamos comunes amigos, y
así, sin muchas vueltas el sábado 22 de junio de 1985 a las ocho de la
noche en el casino de oficiales nos
reunimos con el propósito de fundar lo que en adelante se bautizó como Patrulla
Naval Colombiana Seccional Pacífico. ( Dejando abierta
la posibilidad del Atlántico.)
Formalmente
firmamos el acta de constitución:
Ángel
Calle D.
Álvaro
Baquero Velásquez.
Carlos
José Pulecio.
Clara
Cruz de Kuratomi.
Constanza
Narváez.
Diego
Kuratomi.
Diego
Sarmiento Marulanda.
Dora
de Estrada.
Edgar
Velazco P.
Eleonora
de Evers.
Ernesto
Cucalón M. (+)
Guillermo
Serna Betancourt.
Gonzalo
Concha.
José
Vicente Irurita.
José
Rodrigo Núñez Montes.
Julio
A. Díaz Rosas.
Jorge
Franco Vethman.
Jorge
Eduardo Barreneche. (+)
Liliana
Oswath.
Martha
Irene López A.
Olga
Cecilia Peláez.
Silvia Inés
Villegas.
Willy Evers C.
Yolanda
Zapata de Martínez.
Procurando
aprender de aquellas iniciativas solidarias
que habían reconocido aciertos y
equivocaciones, nos planteamos algunos principios filosóficos y metodológicos,
entre los que podríamos resaltar: el trabajar con las comunidades y no para las
comunidades; para erradicar el paternalismo establecer costos simbólicos para todos nuestros programas, dineros estos
que serían del manejo de las mismas comunidades para emplearlos en beneficio de
los niños; el formar multiplicadores comunitarios para que se responsabilizaran
del seguimiento de los programas realizados y que generando confianza entre
vecinos despertaran algún interés por la
organización comunitaria.
Fue
en la carretera vieja a Buenaventura nuestra primera experiencia con Sabaletas a la cabeza,
seguida por Limones, Guamía, San Marcos. Llano Bajo y
Aguaclara, y así fuimos creciendo hasta el punto de
requerir del invaluable apoyo de la Armada Nacional para cubrir lejanas comunidades costeras como Guarín , Coredó y Juradó en el Chocó. En este punto Oficiales Navales como el
Capitán Miguel Antonio Caro, y el Capitán Germán Castro Maldonado, fueron
definitivos en el éxito de las acciones cívico-navales, las que articuladas por
Constanza Taborda desde Buenaventura llevaron
bienestar a miles de compatriotas de estas apartadas regiones.
Hoy
a los 19 años de caminar con estas comunidades a pesar de las dificultades
propias de la zona, la Patrulla continúa luchando contra las adversidades para
seguir desarrollando programas como:
Manejo
y control de la hipertensión entre los ancianos.
100
madres del pacífico con el plan de
Madrinas y Padrinos.
Control
de piojos y parásitos en la familia.
Tiendas
comunitarias.
Computadores
para las escuelas.
Bibliotecas
comunitarias.
Nuestros
escasos recursos económicos, humanos y técnicos solo nos permiten llegar
hasta San Cipriano, Córdoba, Citronela, Villa Estela,
La Brea, Kilómetro 9, y el Bajo Calima, comunidades estas que ocupan hoy toda nuestra atención y con ellas compartimos
el primer domingo de cada mes los pocos pero invaluables recursos disponibles gracias a las donaciones de personas voluntarias.
Solo
cuando los colombianos que hoy tenemos
educación, pan y abrigo compartamos de lo nuestro un poco, lograremos
justicia social y con ella la tan esquiva paz.
Gonzalo
Concha.
Fundador.
Santiago
de Cali, Junio 22-04